En la
segunda mitad del siglo pasado podía decirse que no había rincón donde no llegara
la influencia británica. La revolución industrial alcanza su mayor esplendor en
Inglaterra, dueña de la tecnología que emanaba de las máquinas a vapor.
Cuando
compra el incipiente ferrocarril uruguayo trae consigo un gran contingente de
funcionarios administrativos,
maquinistas, foguistas, ingenieros, carpinteros, electricistas y un largo
etcétera que se desplazaba según las nuevas
concepciones obtenidas por el capital inglés, y absorbe
el personal obrero del país. Cuatro años después de adquirir los
ferrocarriles la Central Uruguay Railway resolvió instalar talleres propios. Y es
entonces en 1890 que compra 20 hectáreas en la localidad de Peñarol, comenzando
la construcción de
las instalaciones, las que se
inauguran el lº de mayo del año siguiente.
El club
deportivo de la villa Peñarol se fundó en los amplios talleres de la villa, que
fueron por algún tiempo su sede. Su primer presidente fue Francisco Henderson,
titular del directorio de la empresa, aprobándose para la lid deportiva los
colores del ferrocarril, amarillo y negro, para promover el criquet, el fútbol
y todos los deportes, difundirlos y practicarlos allí mismo. A Peñarol lo fundó
el pueblo y un inglés le puso un nombre pero siempre respetando el verdadero
nombre que era el del pueblo Peñarol
Centros de
maniobras, vastos, talleres, depósitos, casas para sus empleados, oficinas,
proveedurías, convirtieron a la zona en
un colmenar con más de un millar de obreros con lo que era por lejos, la
mayor concentración industrial
del país. El inglés por
tanto llegó y fundó
el Hospital inglés, el
Templo Inglés, frigoríficos. bancos, estancias modelos,
muelles y compañías de seguros, y tendió
ferrocarriles. Además trajo, sus deportes.
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